martes, 30 de agosto de 2011

Una clínica holandesa trata a los adictos a los videojuegos

Un centro de tratamiento de las adicciones de Amsterdam ha abierto sus puertas a los adolescentes por los videojuegos, respondiendo así a las peticiones de ayuda de padres dispuestos a pagar para que sus hijos se recuperen de esta "dependencia de la era digital".
19 Jun 2006 | AFP
"En la escuela, yo era el gordo a quien nadie quería. Por eso, al volver a mi casa, me ponía delante de mi ordenador y jugaba". A los 12 de años de haber recibido su primer ordenador, Tim, de 21 años, originario de Utrecht, al sur de Amsterdam, pasaba 20 horas diarias jugando con el ordenador. Los videojuegos eran de guerra, violentos y a veces neonazis. "Disparar a la gente, pasar en tanque sobre sus casas... ésa era mi realidad. Cuando veía un 'joystick', hasta me cosquilleaban los dedos", cuenta hoy Tim tras un mes de tratamiento en la clínica Smith and Jones. Para aguantar el ritmo, Tim probó las drogas. "Coca, hachís, éxtasis: tomaba de todo. Era mi ritual: por la mañana me levantaba, iba a proveerme (de drogas), hacia las 11 me plantaba delante de mi ordenador. No me acostaba jamás antes de las 4 horas de la mañana", asegura. "Mi habitación era un campo de ruinas. En el suelo, cajas de pizza, botellas vacías. Los postigos de las ventanas estaban siempre bajados (...) no me levantaba ni para ir al baño: orinaba en una gran botella mientras seguía jugando", dice. Sus padres estaban paralizados ante sus accesos de violencia. Y Tim, de 139 kilos de peso, era demasiado fuerte como que para nadie pudiera sermonearle. "Conseguí un diploma de comercio, pero no iba nunca a clase. Y eran mis padres los que me hacían los deberes", confiesa. Pero hace un mes, sus padres dijeron: "!Basta! Ahora, será la clínica o la calle" y Tim se convirtió en el primer tratado por adicción a los videojuegos en Smith and Jones. Keith Bakker, el estadounidense que fundó esta clínica, recuerda: "En la primera entrevista, le dije 'Te quedas aquí desde esta noche' y me replicó '¿Puedo quedarme con mi Gameboy?'". Su establecimiento acoge a alcohólicos, cocainómanos, bulímicos y jugadores compulsivos. La mayoría de ellos vienen del extranjero y pagan cara una terapia de grupo en el tratamiento intesivo, pero la dirección del centro es evasiva sobre las tarifas: "depende de sus ingresos". En el programa hay media hora de meditación por la mañana, ejercicio físico y largas sesiones en grupos de conversación y conferencias obligatorias de seguimiento por la tarde. Día a día, las dificultades de la cura de desintoxicación son confiadas a un consejero personal o a un psicólogo. "De golpe, hace 18 meses, empezó a llegar gente con síntomas de adicción a los videojuegos. Eso era completamente nuevo", recuerda Keith Bakker. "El más joven que hemos tenido tenía seis años", sigue. Esta gente "había perdido el control de sí mismos. Son niños que están mal en su piel pero delante de su pantalla se sienten como un dios", subraya Steven Noel-Hill, que tuvo problemas con los juegos de azar en el pasado y ahora es consejero de Tim. "La dificultad", subraya, es que tras la terapia "hará falta que vuelvan a utilizar un ordenador" en su vida cotidiana. En julio la clínica va a acoger a un grupo de 15 adolescentes, la mayoría estadounidenses. "Irán una semana al campo, a la Naturaleza. Construirán cabañas, desarrollarán el espíritu de equipo, se les enseñará que las relaciones reales son mejores que los juegos", explica Steven Noel-Hill. "Pero va a ser difícil", suspira el consejero, porque "estos adolescentes tienen mucha rabia dentro".

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